AuraSoma


BIOGRAFIA DE VICHY WALL



Una niña genial, un padre cabalista y una mala madrastra Vicky Wall era la séptima hija de su padre, que a su vez también había sido séptimo hijo. En la mística judía, este hecho se considera un poderoso augurio, pues se piensa que el séptimo hijo de un séptimo hijo resultará un individuo muy especial. En el caso de Vicky, el tiempo lo corroboraría plenamente .
Corría la segunda década del siglo XX  Vicky y su padre, ingleses de ascendencia judía, paseaban diariamente por el campo, buscaban plantas para curar sus enfermedades y las de sus amigos o parientes. 
El padre, que practicaba la meditación cabalística, identificaba, a través de su talento espiritual, cuáles plantas eran idóneas para el dolor de cabeza, el malestar estomacal o cualquier otra dolencia. La hija estaba dotada de una poderosa intuición que, día a día, el padre se ocupaba de estimular y entrenar.
"Tráeme una planta que cure la tos". "Consigue una hojas para aliviar el dolor de garganta". "Halla una flor cuya infusión mitigue el malestar estomacal": la pequeña Vicky cumplía estas órdenes sin otra herramienta que sus dotes intuitivas. Casi siempre acertaba.
Padre e hija tenían una relación muy estrecha, especial. Sin embargo, un día las cosas cambiaron. Vicky quedó sin madre. Poco después, su progenitor contrajo segundas nupcias, buscando mamá substituta para sus hijos. 
La madrastra resultó tener un carácter demasiado duro… ¡y atormentaba a Vicky con sus excesos físicos y verbales! 
Al cumplir los 13 años, Vicky se vio obligada a escapar a casa de una amiga.
El papá de su amiga el Sr. Horsley era dueño de una farmacia. En ella, Vicky aprendió a preparar toda clase de fórmulas y pócimas.le enseñó a preparar cremas y lociones donde ella pudo aprovechar los conocimientos que había aprendido de su padre. A la par de su entrenamiento farmacéutico, sus facultades espirituales seguían desarrollándose. A veces, cuando se le pedía un medicamento, Vicky dejaba correr su intuición, y sin saber cómo, preparaba una panacea, abundaban los clientes agradecidos.
Al morir el Sr. Horsley, se cerró la farmacia.  Era la época de la guerra y se puso a trabajar como chofer de ambulancias.  Más adelante, Vicky estudió y fue la primera mujer inglesa en recibir el título de osteópata. Después de la guerra ella estudió podología, graduándose como cirujano podólogo y posteriormente abrió su propia práctica junto con su amiga Margaret Cockbain, osteópata y terapeuta sacro craneal.
Llegado el momento, contrajo matrimonio… pero la unión resultó un estrepitoso fracaso. 
No tuvo hijos, su vida familiar no volvió a ser feliz, como en aquellos lejanos días de infancia que compartió con su padre.
Después de una exitosa vida profesional, alrededor de los 60 años, Vicky sufrió un fuerte ataque a las coronarias, hipertensión que unido a un cuadro de diabetes la llevó a la ceguera y fue obligada a terminar con su práctica profesional. Fue una época muy difícil para ella, que sabía que Dios estaba probando su fe.  Ella estaba segura que tenía algo por hacer pero no tenía claro qué.
No obstante, Vicky padecía una ceguera muy particular: podía sentir los colores y ver el aura de las personas...

A dividir las aguas… ¡y los aceites!

En 1984, Vicky Wall había cumplido 66 años, su vida transcurría sin demasiadas expectativas ni sobresaltos.
Al dejar su práctica ella aprovechó para profundizar en su vida espiritual.  De allí nació una relación con un grupo de personas que se reunía con ese objetivo cerca de su casa a quienes ella les ofreció sus cremas y lociones para juntar dinero.  El grupo iba a participar en una feria alternativa y se reunían para producir sus cremas.  Debido a la presión que esto significaba,  ella se refugiaba en la meditación. 
Sucedió una noche, mientras hacía la meditación cabalística que su padre le había enseñado tantos años atrás,  se vio envuelta en un arco iris de colores y escuchó una pequeña voz que le decía, Vicky: "Tienes que dividir las aguas". "¡Ay!", pensó Vicky, "ahora, aparte de ciega, me estoy volviendo loca. Resulta que escucho voces". Durante tres noches seguidas, la visión del arcoiris y el imperioso mandato la Voz se repitieron.
La Voz empezó a instruirla de manera amorosa. Noche a noche, Vicky canalizaba peculiares recetas, que preparaba mezclando esencias vegetales y minerales. 
Vicky envasaba estas fórmulas en viejos frascos de colonia.  Así nació Balance.
La mitad superior de cada frasco contenía un líquido aceitoso de color que flotaba sobre una segunda capa de otro color cuya base era acuosa. Al agitarlos, se formaba, por un instante, una breve emulsión que contenía exactamente 50% de agua y 50% de aceite. Cada uno de ellos tenía un nombre: "Rescate Espiritual", "Frasco de la Paz", "Frasco del Corazón"…
Vicky comenzó a vender sus "joyas" -así llamaba a los frascos- en ferias callejeras. Lo que más llamaba la atención de las personas eran los vívidos colores, hermosos matices que la señora Wall no podía percibir con la vista de los ojos, pero sí con la visión del Espíritu. Vicky no tenía la intención de expenderlos como productos medicinales sino como objetos decorativos. Las ventas prosperaron: resultaba que los entusiastas compradores regresaban buscando tal o cual emulsión porque se habían curado de migraña, pie de atleta, hipertensión, e incluso, cáncer. Ahora, Vicky sabía el por qué y el para qué de los frascos.

Nacimiento de la Organización Aura-Soma

Por esa época, Vicky Wall conoció a Mike y Claudia Booth, con quienes estableció una estrecha comunión afectiva y espiritual. Durante siete años convivieron, hasta la muerte de Vicky acontecida en 1991. En ese lapsus de tiempo, con la asistencia de la Voz, los tres desarrollaron el cuerpo teórico y práctico de la disciplina terapéutica que hoy conocemos como Aura-Soma. Además, establecieron una organización, con sede en Inglaterra, Australia y Estados Unidos, la cual forma a terapeutas especializados y elabora diversos productos.

Gracias a Vicky Wall, hoy podemos elegir el color que nos sane.

Su botella del  Aura Verdadera